jueves, 16 de junio de 2011

Capítulo 4.

Muchísimas gracias a todos los que leéis. 
Sabéis lo que esto significa para mi, sobre todo, esta historia, así que solo os puedo dar las gracias a todos y cada uno de vosotros. 
Gracias por leerme.

Capítulo 4

            Despierto. Despierto, pero las sensaciones son totalmente extrañas, distintas a las de cualquier otra mañana normal y rutinaria. Me convulsiono con fuerza, siento una opresión en el pecho y al toser creo que me voy a morir. No tengo aire suficiente. Tiemblo de frío, me castañean los dientes y hasta las ideas se me han debido de congelar. El sabor de mi boca es una mezcla de alcohol y putrefacción. No recuerdo qué he hecho, qué ha pasado. No reconozco nada de lo que hay a mi alrededor. Un momento. ¿Acaso he abierto los ojos?
            Unas manos se zafan en torno a mis brazos, siento otro tacto sujetando mi mandíbula y mi cabeza, como impidiendo que me ahogue. Escucho gritos lejanos, entre la desesperación y la rabia. No distingo sus voces, no entiendo lo que dicen. Pero cuando trato de abrir los ojos vuelvo a caer inconsciente.
            Despierto con un sudor frío y algún que otro temblor en el cuerpo. Tengo los ojos llenos de legañas y me cuesta abrirlos. Siento cómo alguien retira el pelo de mi frente y apoya un paño caliente en él. Distingo un brazo pálido y delgado, hasta que mi vista alcanza a su rostro y lo enfoca. ¿Ella? Tengo que estar muerto y haber llegado a un extraño paraíso porque esto no acaba de ser para nada creíble. Trato de preguntar, de hablar, pero creo que sólo he logrado emitir sonidos escalofriantes.
            - ¿Cómo te encuentras? –acerca su pequeña cara a la mía y vuelve a pasar su mano por mi pelo, acariciándolo de una forma tierna que se me hace desconocido, un gesto tan simple y tan irreconocible en mi carne.
            Quiero levantarme, dar conciencia de que soy capaz de valerme por mi mismo, pero mis músculos no responden, están totalmente entumecidos. Me concentro en enfocar mi mirada en sus ojos, y descubro ese pozo de misterio, esas pupilas negras metafóricas de sus secretos, y ese iris marrón, dulce como la miel, que reflejan su cara más compasiva. No hay duda, es ella. Pero no sonrío, sólo me siento más confundido. Mi acto reflejo es el de levantar la mano y acariciar esa mejilla rosada tenuemente, seguro que es tan delicada y suave como la más bella escultura. Fallo. Ni siquiera soy capaz de mover mis dedos.
            - Q..
            ¿Es que tampoco soy capaz de hablar? Mis pensamientos se tejen como telas de araña dentro de mi mente, los recuerdos pasan a un ritmo frenético, como una película pasada a cámara rápida, y todo se vuelve negro de nuevo. El alcohol, el tabaco, su figura, mi frustración, y ella, siempre ella.
            - Estás a salvo, Jack, estás bien.
            Su voz es apenas un tenue susurro, inocente. Huye, huye ahora que puedes. Me siento como un cazador agazapado, como si ella fuera la gacela a la que he estado esperando. Y estoy hambriento, deseando saborear su carne.
            - ¿Dón…de … e…s…toy?
            Mis labios están quebrantados, dolidos, agrietados, cada sílaba que he pronunciado ha sido como un corte en mi boca.
            - Estás en casa de Bobby. –se detiene por unos segundos, como si supiera que necesito ese tiempo para procesar la información- Esta mañana cuando fue a la universidad te encontró tendido bajo un árbol –vuelve a pararse- Estabas borracho y prácticamente desnudo. Cuando te trajo a casa tuviste un ataque de hipotermia. Pero ya estás bien.
            Ha hecho bien hablando despacio y con pausas porque no logro creer en todo lo que me ha dicho. Tengo demasiadas lagunas, muchas preguntas. Y desde hace años, siento inseguridad. Cierro los ojos y me siento mareado de tanta información. Expiro lentamente y vuelvo a abrir los ojos, tratando de ser el adulto que creo que soy. Me incorporo, alejándome de ella, me siento sucio.
            - ¿Por qué no llamasteis a una ambulancia?
            Ella se encoge débilmente de hombros y veo el miedo en sus ojos. Arqueo las cejas. ¿Qué pasa?
            - Ya… Ya sabes los problemas que Bobby siempre ha tenido con la policía. Tuvo miedo de que creyeran que te había hecho algo.
            Alzo ambas cejas, ahora estoy más desconcertado. Ella prosigue, como leyendo mis pensamientos.
            - Tiene varias denuncias por agresiones… brutales. –desvía la mirada y se muerde el labio inferior, no logro descifrar el sentimiento que cubre su cara, pero no presagia nada bueno- antes… Era así, pero ha cambiado.
            Asiento despacio y es entonces cuando reparo en que estoy totalmente desnudo. Me tapo rápidamente con la manta y por un segundo, me avergüenzo. Por suerte, ella no parece darse cuenta de mi actitud infantil.
            - ¿Y dónde está el héroe?
            Pregunto con naturalidad, sin rastro de sarcasmo. Él me ha salvado la vida. Es irónico cuando yo intenté hacer lo mismo por él tantas veces y no pude.
            - Cuando ha visto que tu pulso se volvía constante y tu temperatura volvía a ser normal ha bajado a la farmacia.
            Suspiro.
            - Está bien, Mery, os debo mucho, me habéis salvado, pero creo que va siendo hora de que me vaya al hospital. Sois buenos chicos, pero ninguno tenéis estudios de medicina.
            Ella ladea la cabeza, con una sonrisa burlona. Me desafía con la mirada y río estúpido.
            - No irás a irte sin darle las gracias a Bobby, ¿verdad?
            Se cruza de brazos y frunce el ceño, pero su sonrisa fruncida la delata. El calor que recorre mis venas se lo debo a su paciencia, a su forma de tratarme. Como si fuera un crío, como si fuera un adulto. Como si me conociera de toda la vida.
            - Me rindo, eres una dura adversaria y yo estoy muy cansado.
            Su risa es melodiosa, cada carcajada es como una nota musical, cálida. Se levanta y echa una nueva manta sobre mi para después colocar cojines bajo mi espalda y cuello. Es tan reconfortante ver cómo cuida de mi que por primera vez no me lamento de estar enfermo. Cuando vuelve trae entre sus huesudas mano una pequeña taza humeante, la coloca entre mis dedos y sonríe.
            - Te preparé algo de té para cuando despertaras, te hará sentir algo mejor.
            Otra vez consigue hacerme sentir… Pequeño. Es tan altruista que me odio por no ser un poco más como ella. Soplo el líquido, esperando a que se enfríe, un solo sorbo consigue templarme. Aún siento el frío de la madrugada calado en mis huesos.
            - Está muy bueno, gracias –comento sincero- ¿Vivís juntos?
            - ¿Bobby? ¿Bobby y yo? –siento cómo se le acelera el pulso- Sí… y no. Es… Es algo raro. –vuelve a desviar la mirada, mordiéndose el labio inferior. Empiezo a aprender que cuando hace eso sus palabras esconden algo oscuro, algo que me atrae aún más a ella-
            - No te preocupes, Mery, si no quieres contármelo no pasa nada, era por hablar de algo mientras él llega.
            Ella asiente abatida y deja caer sus hombros, la tensión desaparece brevemente hasta que parece estar dispuesta a hablar.
            - Sufría abusos en casa –bien, Jack, has metido la pata hasta el fondo. ¿Quién cojones te manda preguntar?- Bobby lo descubrió una vez al venir a casa a buscarme de sorpresa, aún éramos amigos y… Le dio una paliza a mi padre. Desde entonces me vine a aquí, es una especie de refugio. Sólo voy a casa cuando mi madre está sola, y de vez en cuando. Ella sabía perfectamente lo que… Él hacía conmigo. Y nunca dijo nada, nunca le paró…
            Quiero abrazarla, quiero estrecharla y detener todo el dolor que destilan sus palabras. Ojala en mis brazos pudiera encontrar su hogar. En sus labios se dibuja una mueca triste, y lucha contra sus propios impulsos para terminar sonriendo. Me encuentro sin palabras, sin forma de aliviar su pena. Jamás se me había dado bien consolar a nadie, nunca. Sólo empeoraba las cosas.
            - Eres una chica muy fuerte –comento en alto, creyendo que sería un pensamiento para mi mismo-
            - Gracias… -susurra-
            Entre nosotros aparece una silenciosa barrera, algo que nos separa y me incomoda. La tensión se corta con un cuchillo y me arrepiento de haber abierto mi bocaza. Trago saliva con dificultad y doy un nuevo trago a la taza de té. Está delicioso. La miro de reojo, pero ella sigue ocultándose tras su melena negra.
            - ¿Mery? –pregunto con necesidad de saber que está bien, que no está llorando.
            Se gira despacio, apartándose el pelo, colocándoselo tras la oreja. Su infinita sonrisa sigue ahí, como si fuera la espada con la que combate cualquier batalla.
            - ¡No me llames Mery! ¿Es que a ti te gusta que te llame señor? Pues a mi tampoco me gusta Mery –de nuevo esa forma de actuar risueña y encantadora- Te dije que me llamaras Akhi.
            Recuerdo a la perfección la conversación en el jardín. ¿Ella también? Es la segunda vez que me hace sentirme avergonzado.
            - Está bien, Akhi –repito su nombre con cierta burla, buscando su gesto infantil.
            Y lo encuentro. Me gano un pequeño manotazo que casi derriba el té. Aprovecho, y me quejo, como si me hubiera dolido de verdad. Ella se encoge y se preocupa. Entonces rompo en carcajadas, ganándome un nuevo golpe, esta vez, más fuerte.
            - ¡Vale, vale! ¡Estoy enfermo!
            Ambos nos evadimos entre esas risas cómplices y sinceras hasta que suena el golpe de una puerta al cerrarse. Parece que el hombre de la casa ha llegado. Cuando el chico se asoma por el umbral de la habitación, descubro que trae marcadas ojeadas y aspecto cansado. No puedo imaginarme cómo se ha sentido toda la mañana manteniéndome en calor. Su preocupación, su ansiedad. Le conozco bien. Pero ahora sonríe, tranquilo.
            - Creo que alguien se está recuperando.
            Deja las bolsas sobre la mesa y se acerca a Mery para depositarla un rápido beso sobre los labios, sentándose con nosotros.
            - Me alegro de verte mejor, Jack, nos has dado un susto de muerte.
            Me siento como un niño que ha preocupado y defraudado a sus padres.
            - No sé cómo agradecértelo, Bobby, no estaría vivo si no fuera por ti.
            Él sonríe de medio lado y su pecho se hincha de orgullo. No es difícil adivinar que pocas veces le han premiado por su buen comportamiento, pero yo siempre he sabido que él tenía un enorme corazón.
            - Basta con que te recuperes.
            Le hago un gesto con la cabeza, agradeciéndole de nuevo lo que han hecho. Pero no me puedo quedar allí eternamente. Tengo que volver a mi casa, a mi… Rutina.
            - He llamado al instituto y a la universidad. Les dije que te habías puesto malo y que no podrías ir hoy. ¿Qué te ha pasado? ¿Una larga fiesta anoche?
            Río irónico. Si ellos supieran… Asiento, ocultando la verdad.
            - Algo así, hijo, algo así… -ambos sonríen y vuelvo a reparar en mi desnudez- No es por nada, pero… Estoy desnudo.
            Si no llego a decirlo igual ellos tampoco se hubieran acordado.
            - ¡Cierto! –ríe Bobby- Akhi, ¿se ha secado ya su ropa?
            Ella se levanta y desaparece de nuevo.
            - Puedo llevarte a casa si quieres, J, no me cuesta nada. Pero si quieres quedarte esta noche aquí, también puedes hacerlo, esta también es tu casa.
            El pequeño Bobby ha cambiado mucho. Es atento, es cuidadoso. Es increíble. Me pregunto si su cambio se deberá a la pequeña, o si yo llegué a influirle de verdad. Me asaltan los viejos fantasmas de mi responsabilidad sobre él.
            - Has hecho demasiado por mi ya. Creo que es hora de que me vaya a casa y descanse.
            Mery entra de nuevo y trae perfectamente planchados cada una de mi ropa. O lo que hay.
            - Sólo llevabas puesto ese pantalón de pijama –me informó- Te he traído algo de ropa de mi padre –basta que le nombre para que yo sienta un escalofrío de asco y pena- creo que bastará para que llegues hasta tu casa.
            - Te dejaremos algo de intimidad para que te vistas.
            Bobby se levanta y pone su mano sobre la espalda de su novia mientras salen de la habitación. Miro la ropa y siento repulsión, no quiero tener contacto con la ropa de un hombre que ha sido capaz de hacerle… eso a su propia hija.
            Pero no tengo más remedio. Mis movimientos aún son torpes, pero los recupero poco a poco. Cuando termino de vestirme salgo de allí y les encuentro en el sofá, fumando. Se giran y veo la felicidad en sus caras. Son una gran pareja.
            - Gracias de nuevo, chicos. Gracias. Os debo una –no puedo ser más sincero.
            Ellos me contestan con sus sonrisas amables. Bobby se levanta y se reúne conmigo, listo para llevarme de vuelta a casa. Antes de que salgamos, Mery corre hacia nosotros y me coge la mano. Nunca hubiera previsto el enorme escalofrío que ese contacto hace que recorra toda mi espina dorsal. Sobre mi palma posa algo que no logro ver porque pone su mano sobre la mía.
            - Es un dragón –explica- te protegerá.
            Sin soltarla, llevo sus dedos hacia mis labios, donde dejo un beso de cariño y agradecimiento. Ella se sonroja y retira divertida la mano.
            - Cuídate, Jack.
            Me despido con la mano y poco después me encuentro tras Bobby subido en su vieja moto.

            Es casi media noche. Llevo unas cuantas horas en casa desde que Bobby me dejó allí. No he hecho nada más que estar tumbado en la cama mirando el colgante que Akhi me ha regalado. Sonrío y lo aprieto con fuerza, como si fuera a protegerme de verdad. Cierro los ojos y no temo. No tengo pesadillas. Caigo rendido a un placentero y tranquilo sueño.

            Pero nada dura eternamente.

            El sonido del teléfono zumba junto a mi oído, despertándome de golpe y con el corazón desbocado. Los rayos del sol que se cuelan por la persiana me ciegan. ¿Ya es de día? Parece ser que he dormido toda la noche del tirón, sin ningún problema, sin ninguna pesadilla. Sin insomnio. Algo que llevaba mucho tiempo sin saber lo que era. Tanto, que he olvidado que el móvil está sonando. Es Bobby. Frunzo el ceño, preocupado y contesto.
            - ¿Si?
            - Jack, espero no molestarle, pero necesito que me devuelva el favor.
            Un hormigueo crece en mi estómago, presagiando algo.
            - Claro, hijo, ¿de qué se trata?
            - Es Mery.



3 comentarios:

  1. Deja de escribir así o tendré que matarte!

    ResponderEliminar
  2. dios, ya se que ya te lo he dicho pero por favor, como escribes tan bien enserio! pppppppf
    me encanta, mucho, muchiiiisimo.
    Sube pronto anda, que como comprenderas no me puedo quedar con la intriga de que le pasa a Mery. Enserio, creo que todo lo que escribas seran sorpresas para mí porque no me espero nada, no se ni que pensar que pasara...
    Sube pronto, unbeso!

    ResponderEliminar
  3. Me encanta el quiebro que has metido al terminar el capítulo. Sencillamente perfecto.

    ResponderEliminar