jueves, 30 de junio de 2011

Capítulo 5.

Muchas gracias por el apoyo a todos los que leeis :__)
Aprecio muchísimo más de lo que imagináis el que lo hagáis.
¡¡GRACIAS!!
Mención especial a las Stalkers y a Kike por hacer que continuara esta historia que forma parte de mi.
Pd. ¡Dejad comentarios, plis! <3


         Basta con escuchar su nombre para saber que aceptaré. Haré lo que sea. Me levanto sobre saltado, listo para salir corriendo por la puerta e ir a rescatarla. Doy un traspies con la pata de la cama y grito un "me caguen la puta" sin escuchar lo que Bobby está diciendo.

-¿J? -pregunta preocupado al otro lado del teléfono- ¿Estás bien?

Cierro los ojos y me froto la sien, tratando de controlar mi ritmo cardiaco, que en cuestión de segundos se ha disparado.

-Sí, sí, lo siento. ¿Qué decías? ¿Qué le ha pasado a Mery?

-Trataba de decirte que no es nada grave, no pasa nada -eso me calma- Es sólo que... -carraspea, se le nota tenso- Bueno, me han ofrecido una beca para irme a estudiar unos meses fuera y no puedo decir que no.

-Enhorabuena, hijo. -Y aunque él no lo vea ni lo note, me hincho de orgullo.- Pero no entiendo qué tiene que ver ella en todo esto.

- Eso le estaba diciendo. Ella sólo tiene mi piso. Y si la dejo sola... Yo... Bueno... Mery me dijo que le había contado lo del hijo de puta ese.

Frunzo el ceño y voy atando cabos.

- Tienes miedo de que al ver que tú no estás pueda presentarse en el piso y que le pase algo, ¿verdad?

Oigo al otro lado del teléfono cómo se escapa un hilo de aire, desesperado.

- No te pediría esto si no estuviera realmente preocupado. Pero necesito que ella se quede en tu casa este tiempo.

De nuevo el corazón se dispara, siento cómo golpea con fuerza a través de mis venas, fluyendo con intensidad. Necesito sentarme. Me apoyo en el borde de la cama y coloco mi frente sobre mi mano libre. Enmudezco. ¿Ella? ¿A mi lado? No. Es algo que no puedo concebir. Es el ángel de mis pesadillas, es el demonio de mis sueños. Es un ser perfecto que sólo con estar a mi lado conseguiría destrucción, porque eso es lo que soy yo, destrucción. Un ser autodestructivo que arrasa con lo que está a su lado.

Bobby llama otra vez mi atención, gritando mi nombre.

-Sí, sí, estoy aquí.

Su voz es un susurro, estoy seguro de que le ha costado tomar esa decisión, que ha sido y será la peor que tome.

- No te pediría esto sino confiara en ti, Jack, tú fuiste quien me rescató del pozo de mierda, tú me protegiste. Sé que ella estará en buenas manos.

Cada palabra que me dedica, la confianza, su seguridad, hacen que apriete los puños con fuerza y se deslice una lágrima silenciosa. Sí. Sí le ayude. Sí le salvé. Todo mi mundo cambia con tan solo unas palabras, con sólo escucharle. Uno de los detonantes de mi vida, una de las razones por las que lo abandoné todo, el no haber podido ayudarle, el no poder cumplir lo que le prometí... Llevaba años atormentándome y ahora la herida empezaba a cicatrizar. Él lo había curado.
Esa es la razón definitiva para que acepte, para cuidar de él una vez más. Para proteger su corazón, su razón de ser. Ella.

- ¿Puedes traer el coche? Meteremos algunas de sus cosas, no puedo llevarlas en la moto.

- Está bien, Bobby, no te preocupes. Estaré allí en unos minutos. Salgo ya.

Saco al azar la ropa del armario. Si nunca me ha importado qué ponerme, en ese momento, menos. Me visto con agilidad y cojo las llaves al vuelo, dejando el teléfono “olvidado” en casa para que mi madre no me interrumpa en uno de sus gloriosos momentos.
Aprieto el pedal del acelerador más de lo normal, conduzco deprisa de forma inconsciente, sólo quiero llegar allí y asegurarme de que estarán a salvo. En poco menos de 15 minutos he atravesado la ciudad y estoy aparcando de mala manera frente a su portal. Subo las escaleras de dos en dos, aún siento el cuerpo cansado y lento de lo ocurrido hacía unos días, pero la tensión me puede.
Antes de llegar a la puerta de su casa comienzo a escuchar gritos desgarradores. Parece Mery.

- ¡NO PUEDES HACERME ESTO, BOBBY! ¡NO PUEDES DEJARME ASÍ! ¡ME PROMETISTE QUE NO ME DEJARÍAS SOLA!

Me siento incapaz de dar un solo paso. Es su relación, su vida, pero no puedo evitar preocuparme por qué están discutiendo, qué estará pasando, qué ha desencadenado tal actitud. Bobby habla nervioso, pero no grita, intenta manejar la situación.

- Akhi, no te voy a dejar sola, estoy haciendo lo que puedo para que no lo estés mientras yo estoy fuera.

- ¿¡DEJANDOME CON UN DESCONOCIDO?!

- ¿PREFIERES QUE TE DEJE EN MANOS DE TU PADRE?

A Bobby se le va la conversación de las manos, es el momento de interrumpirla. Llamo al timbre y el silencio se vuelve absoluto. Oigo cómo se mueven, cómo se paran y vuelven a caminar. Tardan casi un minuto en abrirme. Lo hacen cuando estaba a punto de volver a hacerlo. La cara del chico está desencajada, rota, está pálido y muy desanimado, triste. No me atrevo a mirarle a ella, tengo miedo de enfrentarme a su mirada.

- Lo siento, Jack, espero que no hayas tenido que escuchar nada…

- Lo suficiente como para saber que va siendo hora de que hagamos las maletas –contesto amable con una sonrisa sincera.

Él se encoge de hombros, agotado por la pelea con su chica. Le entiendo, les entiendo, la distancia se puede hacer dura, muy dura para una pareja tan joven. Pero al parecer no es lo único. Ella no se corta y sigue.

- ¿Y cuándo pensabas decírmelo, Bobby? –dice limpiándose las lágrimas y el rastro de lápiz de ojos con la manga de su camiseta- ¿Cuándo cogieras el avión? Adiós, nena, me voy a vivir fuera medio año. Por cierto, tienes que irte de casa con un desconocido. Pero te quiero –trata de imitar su voz, tragándose su tristeza y devolviéndolo en forma de furia y orgullo.

Observo cómo Bobby aprieta los puños y cierra los ojos, abatido, no creo que pueda mucho más con eso. ¿Cómo ha podido no decirle nada hasta ahora? Una cosa es protegerla, otra cosa… No es tu relación, Jack, recuérdalo. Miro hacia el suelo, tratando de no meterme en la conversación. Mery prosigue.

- ¿Sabes qué? Tienes razón, será mejor que me vaya antes de que tú lo hagas –coge sus maletas y corre furiosa hacia la puerta, pero se gira en el umbral, con la cara inyectada de furia y los ojos hinchados de pena- Pero hemos terminado, Bobby. Eres libre ahora para irte, cuando vuelvas no sé cómo serán las cosas.

Ella cruza el umbral, tapándose la cara con el pelo, como siempre hace para esconderse. Bobby está paralizado, no mueve un solo músculo de su cuerpo hasta que rompe a llorar. Sus manos se mueven temblorosas hasta su cara, retirándose cualquier rastro de llanto, alcanza su cresta y se la echa hacia atrás.

- Bobby… -mi voz está quebrada y no sé bien qué decir.

No hace falta que abra la boca, sale corriendo, pero le detengo con ambos brazos. Tiene mucha fuerza, llevado por la desesperación, pero aún conservo mis músculos. Me empuja, trata de zafarse, me agarra, me tambalea, pero sigo sujetándole.

- Déjala, deja que piense las cosas. Es joven, es impulsiva y te vas de su lado. Está furiosa, pero pensará las cosas. Tranquilízate, dale algo de tiempo para que ella también lo haga.

Esta vez pasa sus delgados brazos por mi cuello y rompe a llorar como el crío que siempre ha sido. Rompe su escudo y se deja caer sobre mi. Cubro su espalda, en silencio, dejándole que se desahogue. Gira su cara y me susurra al oído.

- Cuídala, profesor, cuídala como siempre has cuidado de mi.

Asiento despacio, seguía sin poder articular palabra, pero él parecía estar tomando de nuevo el control.

- Iré mañana a despedirme de ella.

- Cuando quieras, Bobby, sabes que mi casa es tu casa.

Vuelve a abalanzarse sobre mi para abrazarme con más fuerza de la que hubiera imaginado que él tiene. Me fundo con él, transmitiéndole tanta paz como soy capaz. Sé que haré por ella lo que no haría por ninguna otra persona. Y no entiendo los por qué, pero no necesito saberlos.

Me aparto y bajo las escaleras despacio, recapacitando sobre cómo va a cambiar mi vida en el instante en el que ella llegue. En el que ella entre a formar parte de mi vida diaria. Abro la puerta del portal y la encuentro fumándose un cigarro, sin esconder las lágrimas que surcan sus mejillas teñidas de rojo.

- ¿Podemos irnos? Por favor.

Sus ojos son suplicantes y yo caigo rendido a sus deseos. Recojo del suelo sus bolsas y maletas y caminamos silenciosos hasta el coche. Ella se sube al asiento del copiloto mientras termino de colocar las cosas.  Subo  y arranco el motor, sin mediar palabra, pero observando su gesto triste y nostálgico mirando por la ventana, ocultándose tras un mechón de pelo negro. Siento su dolor como si fuera el mío. Se evade y yo dejo que piense mientras volvemos a casa.

jueves, 16 de junio de 2011

Capítulo 4.

Muchísimas gracias a todos los que leéis. 
Sabéis lo que esto significa para mi, sobre todo, esta historia, así que solo os puedo dar las gracias a todos y cada uno de vosotros. 
Gracias por leerme.

Capítulo 4

            Despierto. Despierto, pero las sensaciones son totalmente extrañas, distintas a las de cualquier otra mañana normal y rutinaria. Me convulsiono con fuerza, siento una opresión en el pecho y al toser creo que me voy a morir. No tengo aire suficiente. Tiemblo de frío, me castañean los dientes y hasta las ideas se me han debido de congelar. El sabor de mi boca es una mezcla de alcohol y putrefacción. No recuerdo qué he hecho, qué ha pasado. No reconozco nada de lo que hay a mi alrededor. Un momento. ¿Acaso he abierto los ojos?
            Unas manos se zafan en torno a mis brazos, siento otro tacto sujetando mi mandíbula y mi cabeza, como impidiendo que me ahogue. Escucho gritos lejanos, entre la desesperación y la rabia. No distingo sus voces, no entiendo lo que dicen. Pero cuando trato de abrir los ojos vuelvo a caer inconsciente.
            Despierto con un sudor frío y algún que otro temblor en el cuerpo. Tengo los ojos llenos de legañas y me cuesta abrirlos. Siento cómo alguien retira el pelo de mi frente y apoya un paño caliente en él. Distingo un brazo pálido y delgado, hasta que mi vista alcanza a su rostro y lo enfoca. ¿Ella? Tengo que estar muerto y haber llegado a un extraño paraíso porque esto no acaba de ser para nada creíble. Trato de preguntar, de hablar, pero creo que sólo he logrado emitir sonidos escalofriantes.
            - ¿Cómo te encuentras? –acerca su pequeña cara a la mía y vuelve a pasar su mano por mi pelo, acariciándolo de una forma tierna que se me hace desconocido, un gesto tan simple y tan irreconocible en mi carne.
            Quiero levantarme, dar conciencia de que soy capaz de valerme por mi mismo, pero mis músculos no responden, están totalmente entumecidos. Me concentro en enfocar mi mirada en sus ojos, y descubro ese pozo de misterio, esas pupilas negras metafóricas de sus secretos, y ese iris marrón, dulce como la miel, que reflejan su cara más compasiva. No hay duda, es ella. Pero no sonrío, sólo me siento más confundido. Mi acto reflejo es el de levantar la mano y acariciar esa mejilla rosada tenuemente, seguro que es tan delicada y suave como la más bella escultura. Fallo. Ni siquiera soy capaz de mover mis dedos.
            - Q..
            ¿Es que tampoco soy capaz de hablar? Mis pensamientos se tejen como telas de araña dentro de mi mente, los recuerdos pasan a un ritmo frenético, como una película pasada a cámara rápida, y todo se vuelve negro de nuevo. El alcohol, el tabaco, su figura, mi frustración, y ella, siempre ella.
            - Estás a salvo, Jack, estás bien.
            Su voz es apenas un tenue susurro, inocente. Huye, huye ahora que puedes. Me siento como un cazador agazapado, como si ella fuera la gacela a la que he estado esperando. Y estoy hambriento, deseando saborear su carne.
            - ¿Dón…de … e…s…toy?
            Mis labios están quebrantados, dolidos, agrietados, cada sílaba que he pronunciado ha sido como un corte en mi boca.
            - Estás en casa de Bobby. –se detiene por unos segundos, como si supiera que necesito ese tiempo para procesar la información- Esta mañana cuando fue a la universidad te encontró tendido bajo un árbol –vuelve a pararse- Estabas borracho y prácticamente desnudo. Cuando te trajo a casa tuviste un ataque de hipotermia. Pero ya estás bien.
            Ha hecho bien hablando despacio y con pausas porque no logro creer en todo lo que me ha dicho. Tengo demasiadas lagunas, muchas preguntas. Y desde hace años, siento inseguridad. Cierro los ojos y me siento mareado de tanta información. Expiro lentamente y vuelvo a abrir los ojos, tratando de ser el adulto que creo que soy. Me incorporo, alejándome de ella, me siento sucio.
            - ¿Por qué no llamasteis a una ambulancia?
            Ella se encoge débilmente de hombros y veo el miedo en sus ojos. Arqueo las cejas. ¿Qué pasa?
            - Ya… Ya sabes los problemas que Bobby siempre ha tenido con la policía. Tuvo miedo de que creyeran que te había hecho algo.
            Alzo ambas cejas, ahora estoy más desconcertado. Ella prosigue, como leyendo mis pensamientos.
            - Tiene varias denuncias por agresiones… brutales. –desvía la mirada y se muerde el labio inferior, no logro descifrar el sentimiento que cubre su cara, pero no presagia nada bueno- antes… Era así, pero ha cambiado.
            Asiento despacio y es entonces cuando reparo en que estoy totalmente desnudo. Me tapo rápidamente con la manta y por un segundo, me avergüenzo. Por suerte, ella no parece darse cuenta de mi actitud infantil.
            - ¿Y dónde está el héroe?
            Pregunto con naturalidad, sin rastro de sarcasmo. Él me ha salvado la vida. Es irónico cuando yo intenté hacer lo mismo por él tantas veces y no pude.
            - Cuando ha visto que tu pulso se volvía constante y tu temperatura volvía a ser normal ha bajado a la farmacia.
            Suspiro.
            - Está bien, Mery, os debo mucho, me habéis salvado, pero creo que va siendo hora de que me vaya al hospital. Sois buenos chicos, pero ninguno tenéis estudios de medicina.
            Ella ladea la cabeza, con una sonrisa burlona. Me desafía con la mirada y río estúpido.
            - No irás a irte sin darle las gracias a Bobby, ¿verdad?
            Se cruza de brazos y frunce el ceño, pero su sonrisa fruncida la delata. El calor que recorre mis venas se lo debo a su paciencia, a su forma de tratarme. Como si fuera un crío, como si fuera un adulto. Como si me conociera de toda la vida.
            - Me rindo, eres una dura adversaria y yo estoy muy cansado.
            Su risa es melodiosa, cada carcajada es como una nota musical, cálida. Se levanta y echa una nueva manta sobre mi para después colocar cojines bajo mi espalda y cuello. Es tan reconfortante ver cómo cuida de mi que por primera vez no me lamento de estar enfermo. Cuando vuelve trae entre sus huesudas mano una pequeña taza humeante, la coloca entre mis dedos y sonríe.
            - Te preparé algo de té para cuando despertaras, te hará sentir algo mejor.
            Otra vez consigue hacerme sentir… Pequeño. Es tan altruista que me odio por no ser un poco más como ella. Soplo el líquido, esperando a que se enfríe, un solo sorbo consigue templarme. Aún siento el frío de la madrugada calado en mis huesos.
            - Está muy bueno, gracias –comento sincero- ¿Vivís juntos?
            - ¿Bobby? ¿Bobby y yo? –siento cómo se le acelera el pulso- Sí… y no. Es… Es algo raro. –vuelve a desviar la mirada, mordiéndose el labio inferior. Empiezo a aprender que cuando hace eso sus palabras esconden algo oscuro, algo que me atrae aún más a ella-
            - No te preocupes, Mery, si no quieres contármelo no pasa nada, era por hablar de algo mientras él llega.
            Ella asiente abatida y deja caer sus hombros, la tensión desaparece brevemente hasta que parece estar dispuesta a hablar.
            - Sufría abusos en casa –bien, Jack, has metido la pata hasta el fondo. ¿Quién cojones te manda preguntar?- Bobby lo descubrió una vez al venir a casa a buscarme de sorpresa, aún éramos amigos y… Le dio una paliza a mi padre. Desde entonces me vine a aquí, es una especie de refugio. Sólo voy a casa cuando mi madre está sola, y de vez en cuando. Ella sabía perfectamente lo que… Él hacía conmigo. Y nunca dijo nada, nunca le paró…
            Quiero abrazarla, quiero estrecharla y detener todo el dolor que destilan sus palabras. Ojala en mis brazos pudiera encontrar su hogar. En sus labios se dibuja una mueca triste, y lucha contra sus propios impulsos para terminar sonriendo. Me encuentro sin palabras, sin forma de aliviar su pena. Jamás se me había dado bien consolar a nadie, nunca. Sólo empeoraba las cosas.
            - Eres una chica muy fuerte –comento en alto, creyendo que sería un pensamiento para mi mismo-
            - Gracias… -susurra-
            Entre nosotros aparece una silenciosa barrera, algo que nos separa y me incomoda. La tensión se corta con un cuchillo y me arrepiento de haber abierto mi bocaza. Trago saliva con dificultad y doy un nuevo trago a la taza de té. Está delicioso. La miro de reojo, pero ella sigue ocultándose tras su melena negra.
            - ¿Mery? –pregunto con necesidad de saber que está bien, que no está llorando.
            Se gira despacio, apartándose el pelo, colocándoselo tras la oreja. Su infinita sonrisa sigue ahí, como si fuera la espada con la que combate cualquier batalla.
            - ¡No me llames Mery! ¿Es que a ti te gusta que te llame señor? Pues a mi tampoco me gusta Mery –de nuevo esa forma de actuar risueña y encantadora- Te dije que me llamaras Akhi.
            Recuerdo a la perfección la conversación en el jardín. ¿Ella también? Es la segunda vez que me hace sentirme avergonzado.
            - Está bien, Akhi –repito su nombre con cierta burla, buscando su gesto infantil.
            Y lo encuentro. Me gano un pequeño manotazo que casi derriba el té. Aprovecho, y me quejo, como si me hubiera dolido de verdad. Ella se encoge y se preocupa. Entonces rompo en carcajadas, ganándome un nuevo golpe, esta vez, más fuerte.
            - ¡Vale, vale! ¡Estoy enfermo!
            Ambos nos evadimos entre esas risas cómplices y sinceras hasta que suena el golpe de una puerta al cerrarse. Parece que el hombre de la casa ha llegado. Cuando el chico se asoma por el umbral de la habitación, descubro que trae marcadas ojeadas y aspecto cansado. No puedo imaginarme cómo se ha sentido toda la mañana manteniéndome en calor. Su preocupación, su ansiedad. Le conozco bien. Pero ahora sonríe, tranquilo.
            - Creo que alguien se está recuperando.
            Deja las bolsas sobre la mesa y se acerca a Mery para depositarla un rápido beso sobre los labios, sentándose con nosotros.
            - Me alegro de verte mejor, Jack, nos has dado un susto de muerte.
            Me siento como un niño que ha preocupado y defraudado a sus padres.
            - No sé cómo agradecértelo, Bobby, no estaría vivo si no fuera por ti.
            Él sonríe de medio lado y su pecho se hincha de orgullo. No es difícil adivinar que pocas veces le han premiado por su buen comportamiento, pero yo siempre he sabido que él tenía un enorme corazón.
            - Basta con que te recuperes.
            Le hago un gesto con la cabeza, agradeciéndole de nuevo lo que han hecho. Pero no me puedo quedar allí eternamente. Tengo que volver a mi casa, a mi… Rutina.
            - He llamado al instituto y a la universidad. Les dije que te habías puesto malo y que no podrías ir hoy. ¿Qué te ha pasado? ¿Una larga fiesta anoche?
            Río irónico. Si ellos supieran… Asiento, ocultando la verdad.
            - Algo así, hijo, algo así… -ambos sonríen y vuelvo a reparar en mi desnudez- No es por nada, pero… Estoy desnudo.
            Si no llego a decirlo igual ellos tampoco se hubieran acordado.
            - ¡Cierto! –ríe Bobby- Akhi, ¿se ha secado ya su ropa?
            Ella se levanta y desaparece de nuevo.
            - Puedo llevarte a casa si quieres, J, no me cuesta nada. Pero si quieres quedarte esta noche aquí, también puedes hacerlo, esta también es tu casa.
            El pequeño Bobby ha cambiado mucho. Es atento, es cuidadoso. Es increíble. Me pregunto si su cambio se deberá a la pequeña, o si yo llegué a influirle de verdad. Me asaltan los viejos fantasmas de mi responsabilidad sobre él.
            - Has hecho demasiado por mi ya. Creo que es hora de que me vaya a casa y descanse.
            Mery entra de nuevo y trae perfectamente planchados cada una de mi ropa. O lo que hay.
            - Sólo llevabas puesto ese pantalón de pijama –me informó- Te he traído algo de ropa de mi padre –basta que le nombre para que yo sienta un escalofrío de asco y pena- creo que bastará para que llegues hasta tu casa.
            - Te dejaremos algo de intimidad para que te vistas.
            Bobby se levanta y pone su mano sobre la espalda de su novia mientras salen de la habitación. Miro la ropa y siento repulsión, no quiero tener contacto con la ropa de un hombre que ha sido capaz de hacerle… eso a su propia hija.
            Pero no tengo más remedio. Mis movimientos aún son torpes, pero los recupero poco a poco. Cuando termino de vestirme salgo de allí y les encuentro en el sofá, fumando. Se giran y veo la felicidad en sus caras. Son una gran pareja.
            - Gracias de nuevo, chicos. Gracias. Os debo una –no puedo ser más sincero.
            Ellos me contestan con sus sonrisas amables. Bobby se levanta y se reúne conmigo, listo para llevarme de vuelta a casa. Antes de que salgamos, Mery corre hacia nosotros y me coge la mano. Nunca hubiera previsto el enorme escalofrío que ese contacto hace que recorra toda mi espina dorsal. Sobre mi palma posa algo que no logro ver porque pone su mano sobre la mía.
            - Es un dragón –explica- te protegerá.
            Sin soltarla, llevo sus dedos hacia mis labios, donde dejo un beso de cariño y agradecimiento. Ella se sonroja y retira divertida la mano.
            - Cuídate, Jack.
            Me despido con la mano y poco después me encuentro tras Bobby subido en su vieja moto.

            Es casi media noche. Llevo unas cuantas horas en casa desde que Bobby me dejó allí. No he hecho nada más que estar tumbado en la cama mirando el colgante que Akhi me ha regalado. Sonrío y lo aprieto con fuerza, como si fuera a protegerme de verdad. Cierro los ojos y no temo. No tengo pesadillas. Caigo rendido a un placentero y tranquilo sueño.

            Pero nada dura eternamente.

            El sonido del teléfono zumba junto a mi oído, despertándome de golpe y con el corazón desbocado. Los rayos del sol que se cuelan por la persiana me ciegan. ¿Ya es de día? Parece ser que he dormido toda la noche del tirón, sin ningún problema, sin ninguna pesadilla. Sin insomnio. Algo que llevaba mucho tiempo sin saber lo que era. Tanto, que he olvidado que el móvil está sonando. Es Bobby. Frunzo el ceño, preocupado y contesto.
            - ¿Si?
            - Jack, espero no molestarle, pero necesito que me devuelva el favor.
            Un hormigueo crece en mi estómago, presagiando algo.
            - Claro, hijo, ¿de qué se trata?
            - Es Mery.