viernes, 13 de mayo de 2011

Capítulo 3.

Buenas :)
No sé si me leerá alguien o algo, pero si lo hacéis, os doy desde ya las gracias por hacerlo, para mi es muy importante esta historia. Aquí tenéis un nuevo capítulo que me ha costado mucho escribir y ni siquiera sé si lo dejaré así porque lo veo un sin sentido.
Por favor, dejadme comentarios con lo que opináis.
Gracias, y feliz fin de semana!




La semanas pasan más lentas de lo normal, apenas concibo el tiempo que paso con la mente envuelta por el humo de los cigarros o por las mareas de alcohol. La pequeña chispa de ilusión que la pequeña Mery había traído ha desaparecido tan rápido como se ha avivado la fogata de la desesperación. Los minutos pasan tan despacio en comparación a lo deprisa que ando que me parece estar viviendo en una película surrealista. Me mezclo entre la gente y no soy capaz de sentir ninguna de sus emociones. Les veo llorar, pero no siento pena, les veo reír, y no me contagio, les veo abrazarse, pero sólo siento frialdad. Mi monstruo interior ha terminado por devorar todo lo que soy, todo lo que era.
Y esa chica… ¿Dónde está? Llevo todos estos días sin verla, ha desaparecido, se ha esfumado, como un sueño que apenas recuerdas. ¿Por qué me importa? Por mucho que me obligue a negarlo sólo veo su imagen, sus ojos oscuros curiosos y ávidos por saber se clavan en mi sien, pero cuando me doy la vuelta sólo veo soledad.
La rutina siempre me ha afectado, frustrado, crispado, pero ahora… Es mucho peor. Grito a la gente de mi alrededor sin razones para hacerlo, mi paciencia es más escasa y mis ganas de mandarlo todo a la mierda aumentan cada minuto. Y cada vez que me refugio en mi pequeño trozo de jardín de paz me siento vacío y estúpido al no verla.
Martes. Miro las agujas del reloj, segundo a segundo. Uno, dos, tres, cuatro… Un solo minuto y empezará a vibrar con su estridente sonido. Y así lo hace. La alarma se adentra en mi cerebro, martilleándolo, destrozándolo, recordándome lo fantástico que es levantarse con resaca. Me levanto, levanto la tapa, la otra tapa, meo. Joder, estoy tan harto de la redundancia. Termino de vestirme, huelo la ropa y decido echarme unos cuantos kilos de desodorante para camuflar el olor a sudor y suciedad. Debería llevarle todo eso a mi madre o quemarlo. Miro la cafetera y esta vez siento una arcada. Esta no será una mañana de café. Pero sí de pastillas contra el dolor de cabeza. Sé que no sirven para nada, no para lo que yo tengo, pero espero poder engañar a mi mente y dejar que actúe como placebo.
Mi desayuno no me ha retrasado y después de tantos días llego a la hora al instituto. Pero haga lo que haga, sigue siendo lo mismo. Gritos de niñas histéricas, payasos de instituto, todos corriendo para llegar a tiempo. Cojo el coche para seguir con la pesadilla y me meto a la cafetería de la universidad. La camarera desde hace un par de semanas ha decidido repetir mi menú con voz de pito e intentando humillarme. Cada vez que lo hace se me escapa una leve sonrisa ladeada que deja ver lo irónico que me resulta su irritante gesto. Ella siempre se da la vuelta de forma brusca, se hace la ofendida. Algún día tendría que plantearme la posibilidad de que mis comidas vinieran con salsa extra por su parte. Prefiero no pensar en eso y deleitarme en algo de comida que no sea prefabricada.
Disfruto tranquilo de mi insípida mousse de chocolate cuando se me atraganta, volviéndose demasiado dulce. No puede ser. Creo haber visto su larga melena negra ondeando mientras corretea por el campus. Dejo el dinero sobre la mesa y mis pies siguen su instinto. Intento agarrar las riendas de mi corazón, pero está desbocado ante su imagen. Has de aparentar tranquilidad, Jack. Me recuerdo una y otra vez mientras me enciendo un cigarro e intento parecer despreocupado. Apenas la he alcanzado cuando una sombra cruza frente a mi y alza su pequeño cuerpo por su cintura. Sonrío, esta vez no soy sarcástico, soy un hombre de 39 años que se descubre siguiendo a una cría. Triste realidad.
Cuando se giran puedo ver su cara. Es como la he recordado todo este tiempo. Esculpida en la delicadeza y la inocencia, color marfil con las mejillas teñidas de rosado. Y el cuidado con el que Bobby la trata, es como si no le conociera. Y nunca lo has hecho, Jack. Esa punzada de decepción al pensar en él es un aguijón diminuto que ha hecho una enorme llaga.
- ¡Señor O’Connor! –ríe él mientras la suelta y se acerca.
Mi mirada se desvía hacia ella el tiempo necesario para ver cómo se esconde tras su pelo y sonríe tímida, observándonos. Cojo la mano de Bobby y con la otra le revuelvo su despeinada cresta.
- ¿Qué te dije? –bromeo sin dejarle- ¡¡JACK!! ¡ME LLAMO JACK!
Él forcejea mientras se le escapan las carcajadas. Su juventud se me contagia, su espíritu rebelde se cuela por los poros de mi piel y recuerdo aquellos días en los que parecíamos hermanos.
- ¡Está bien, Jack! –se queda quieto, suplicando que le deje, pero cuando lo hago toma mi posición y soy yo quien tiene que pedirle clemencia.
Ninguno de los dos para hasta que la melodiosa y sobre todo suave, como si fuera un susurro, voz de su chica nos detiene, como si fuera la música capaz de apaciguar cualquier fiera.
            - Bobby, tienes que ir a clase.
            Sus ojos cambian radicalmente cuando la mira a ella y yo sólo puedo desviar mi mirada. Pasa su brazo por sus hombros y la acerca hacia mi posición.
            - Jack, esta es mi chica, Akhi. Él es un antiguo profesor y… amigo, sobre todo.
            - Qué manía con hacerme sentir viejo.
            Río mientras tomo su mano entre la mía con miedo, con cuidado, como si se tratara de una pieza exclusiva y única de un material fino y frágil y yo sólo fuera algo tosco que pudiera romperlo o agrietarlo con un solo roce.
            - Bueno chicos –quito mi mano con rapidez- me voy a ir a descansar un rato antes de que empiecen otra vez las clases.
            Me voy a dar la media vuelta cuando Bobby me para con uno de sus alaridos.
            - ¡J! -¿en qué momento ha pasado del señor a tomarse tantas confianzas?- ¿Te importaría quedarte un rato con Akhi? Hoy solo tengo una hora de clase y no me gusta que esté sola por estos lugares…
            Frunce el ceño pero sus ojos brillan con ingenuidad. Inconsciente empiezo a tartamudear, a buscar con torpeza alguna excusa, alguna disculpa. No entiendo mis nervios, mi dificultad para no ser ágil con mis respuestas. ¿Sigo borracho? Suspiro y asiento, finalmente derrotado.
            - Está bien.
            Bobby le roba un beso que hace que ella vuelva a sonrojarse y sonría enamorada. Y yo… yo simplemente parezco uno de los perros de Pavlov salivando. ¿Cuánto hace que no me enrollo con una mujer? Definitivamente doy pena.
            Caminamos silenciosos hacia un lugar que ambos conocemos, hacia ese jardín que tantos secretos nos oculta. No puedo evitar observar sus movimientos, sus gestos a la hora de andar. Mira sus zapatillas y deja que su melena oculte sus facciones, como con miedo o vergüenza de que descubran quién es.
            Nos sentamos en el césped, apoyados junto a un árbol. Jugueteo con un cigarro mientras ella saca un nuevo libro. Me emociona ver cómo sigue trayendo reliquias y tesoros en forma de páginas. Enciendo el pequeño diablo cuando ella me mira con sus profundos ojos y yo tengo que dar una calada.
            - Es Demian de Herman Hesse.
            Y se acuerda de mi metedura de pata… Qué bien. Pero no es lo que más me llama la atención. Ese libro es tan complejo y maravilloso que sólo puedo pensar en lo increíble que se me hace que ella lo esté leyendo. Sin pedir permiso tomo el libro entre mis manos y acaricio su cubierta. Sonrío. Recuerdo las palabras escritas en él, sus enseñanzas, la marca de Caín. Se lo devuelvo y la escruto con la mirada. Quizá no se pueda ver o reconocer, pero en su frente está marcado ese brillo que sólo la gente especial tiene, eso que la distingue entre todas las demás. Tan pequeña, tan sabia.
            - ¿Lo conoces? –pregunta risueña
            - Bastante bien –reconozco para mis adentros, riendo- Creo que es uno de los mejores libros que se han escrito. Si quieres conocerte a ti mismo tienes que leerlo, tienes que llegar hasta él, el verdadero significado de Demian. Ese libro cambia a una persona.
            Mery agacha su pequeña cabeza orgullosa, no parece estar acostumbrada a compartir sus gustos con los demás, y mucho menos que la entiendan sobre lo que habla. Le ofrezco un cigarrillo que coge rápida y ríe.
            - ¿Te cambió?
            Me pilla desprevenido. Tengo que cerrar los ojos y repasar las etapas de mi vida. La primera vez que ese libro cayó en mis manos. Lo joven, estúpido e ingenuo que era. Lo tomé como un arma, como la salvación que todo ser humano necesitaba. La decepción al ver que era el único que creía en ello, la rapidez con la que toda esperanza se fue marchitando hasta que dejé de creer en mi mismo. Pero eso ella no debía saberlo, tenía que seguir creyendo en ella misma, tenía que seguir encontrando su camino.
            - Sí –contesto sincero- pero muchas cosas lo hacen a lo largo de la vida. No debes estancarte, no dejes que esto marque tu vida, esto tiene que ser sólo el principio.
            Me gusta su sonrisa medio ladeada cuando escucha, la atención que presta, las pocas pecas de sus mejillas resaltadas. Me gusta que me haga caso. Damos una calada a la vez y nos quedamos en un silencio que está lejos de parecer incómodo. En el ambiente fluyen mis palabras, haciéndonos recapacitar.
            - Cuando me siento perdida leo, me busco entre las líneas. Más de una vez me sorprendo reconociéndome y encontrando las respuestas que he buscado en los lugares equivocados. Deberías hacer lo mismo.
            Y me roba la voz, el ingenio. ¿Quién es el adulto ahora? Me acaba de dar una lección y se aleja de mi cuando aún no he sido capaz de procesar lo que ha dicho. ¿Cómo ha podido ver dentro de mi sin apenas cruzar unas palabras? Termino el cigarro y me vuelvo a ver solo.
            La vuelta a casa es veloz, ansiosa. Abro la despensa y cojo mi vaso ancho, hielos y mi inseparable amigo Jack Daniels. Poso todo sobre el suelo mientras tiro de las estanterías todos los libros mediocres, cada parte de mi vida que ha sido envenenada. Busco algo que ni siquiera sé que es. Me guío por el instinto. El líquido dorado va bajando a medida que crece mi desesperación. Por el suelo se extienden ejemplares de Shakespeare, Poe, Herman Hesse… Y nada me llena, nada me satisface ese sentimiento al cual no sé poner nombre, porque no lo recuerdo, no lo reconozco. Y su fantasma, su vívido fantasma se crea de nuevo con el humo del cigarro. Te equivocas de camino.
            Y en su imagen irreal se muerde el labio inferior, se insinúa, me tienta, mas cuando voy a agarrarla y hacerla mía se esfuma, haciéndome caer en un vacío cubriendo sus grietas con más alcohol.
            Y como una surrealista escena de American Beauty me encuentro sumergido entre los libros que han caído de mi particular “biblioteca”, nadando como un estúpido borracho entre letras borrosas que no logro entender. ¿Qué es lo que ella espera que encuentre? ¿Qué quiere que busque?
            Tengo que verla, tengo que encontrarla. Ella es la respuesta.
            ¿Cómo he llegado hasta aquí? Siento el frío de la calzada, del viento de la madrugada. No sé a dónde me dirijo, a dónde me mandan los pies, pero veo asomarse el sol al otro lado de la ciudad. Pero algo dentro de mi refuta a darse por vencido, no esta vez, no dejaré que me venzan una vez más.
            ¿Y qué hago en nuestro jardín? Me siento bajo el árbol, sin importar la humedad y me fumo un cigarro esperando a que ella venga, a que acuda a mi llamada de auxilio. Pero pierdo el conocimiento, cayendo en los brazos de Morfeo sobre una cuna verde de rocío. 

1 comentario:

  1. ay ay ay que se va a "pillar" por la chica de Bobby u.u problema problema xDDDD
    jo tia, me he enganchado, quiero seguir leyendo!!
    Bueno, decirte que me está gustando un montón y que me encanta como has creado la psicología de los personajes. Yo no soy capaz de escribir algo así que conste.
    Sigue escribiendo así porque me encanta pequeña Laura!

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